lunes, 8 de febrero de 2010

Arte y política (Parte III, final)

El embajador de la cultura
“Nuestro salón independiente es el resultado de una querella mucho más amplia con motivos de mayor calado; se ésta bregando por una libertad más profunda y por razones que rebasan el campo estrecho y limitado de unas autoridades menores de una institución oficial”
Antonio Berni
.
.
En 1945 un grupo de artistas plásticos establece el Salón Independiente, como manifestación política en discordancia con los circuitos de legitimación establecidos en la época. Su propuesta, como crítica, se enmarca en las mismas condiciones en las que se desenvuelve su cotidianidad. Son trabajoderes del pincel que eligen el mismo medio para manifestarse. En su mayoría, viven no solo de la venta de sus obras, sino de realizar trabajos en talleres gráficos, periódicos, escenografías teatrales, diseños de vidrieras, ilustraciones de cuentos y en su propia gama de cursos públicos para jóvenes artistas. Anhelan acceder a la escena internacional para exponer su mensaje al mundo. Cada una de éstas tareas conforma el mercado laboral del artista, y es sobre éste salón “alternativo” que la crítica tiene peso para sus interlocutores.
Cuestionan el mecanismo de legitimación del arte en el momento justo en que los salones empiezan a constituirse en un mercado en sí mismo. Poco tiempo después, el desarrollo de nuevas tecnologías fue reduciendo y cercando la especificidad propia de cada disciplina: se fue desarrollando el diseño gráfico, la fotografía y la escenografía como disciplinas encausadas por casas de estudio propias y diferenciadas.
Hoy, sin embargo, millones de trabajadores de la cultura construyen imágenes, transmiten mensajes, algunos ni siquiera concientes de sus ejecuciones. El camarógrafo debe grabar; el editor, editar, según el criterio del medio; el técnico, operar. En los museos los encargados de la iluminación son técnicos; los guías son empleados; los recreadores simples ejecutores de programas prefabricados. Una cadena de hacedores construyen la obra final, cada uno es un engranaje, es el taylorismo de la cultura. En una nueva etapa, ya claramente ligada a las necesidades de comunicar los “beneficios del consumo”, crecieron otras disciplinas como el trade marketing o el marketing en el lugar de venta, ofreciéndose al servicio de las nuevas formas de leer el mundo de colores hasta en los lugares más inevitables.
Sin embargo, desde el técnico de un museo hasta un repositor de supermercado siguen las pautas preestablecidas por algunos pocos ideólogos (los ue conocen el poder de la imagen), en condiciones denigrables de trabajo, sin tomar conciencia del valor de lo que hacen.
Si el desocupado encuentra en el piquete la herramienta para poder cortar la cadena de producción, allí donde él quedó ajeno, y las huelgas es la herramienta de lucha directa donde la producción se hace tangible o desaparece, los trabajadores de la imagen parecieran no encontrar una herramienta de lucha, ni un interlocutor para su reclamo. Quizás porque lo simbólico da cuenta del mundo, pero no de sí mismo.
Paradójicamente, pareciera que falta creatividad en el mundo de la creación, sin embargo falta conciencia de las relaciones de trabajo y de las potencialidades que éste representa.
El mismo proceso que ha sucedido en la producción de cualquier bien material sucede hoy en el mundo de lo simbólico.
Algunos artistas se reconocen como productores de “arte político”. Se los evalúa como tales en tanto el contenido de sus obras da cuenta de una crítica al estatus establecido, retratando especialmente el costado menos que
rido de nuestra realidad social. Pero en sus obras forman parte del mismo círculo, se vacían de sentido en la práctica, en tanto cristalizan la escena de su mensaje. Éstos artistas son la versión de museo de los movimientos de los `60, en los que se planteaban las mismas problemáticas cuestionando el formato y el público de sus obras (Tucumán Arde es un claro ejemplo de ello), y son, a su vez, seguidores de los fundadores del arte social de principios del siglo XX.
En los `60 la búsqueda de una identidad latinoamericano encontró su punto común en el arte protesta, en poder acompañar la efervescencia local desde múltiples puntos de construcción. Pero, también, desde una crítica propia al valor del arte, de su distribución y su consumo. En ésa época León Ferrari se preguntaba: “¿sirve realmente la estética, el arte, para hacer política? (…) me temo que la respuesta puede ser negativa, que la estética no nos sirva, que no sepamos usarla, que no logremos inventar otra.” (León Ferrari 1968)
Hoy más que nunca sabemos que la estética es una forma de hacer política: sostiene discursos hegemónicos desde los múltiples canales que él mismo ha construido. Pero el debate se ha centrado sobre el valor del arte como creación aislada, perdiendo su valor en cuanto a proceso histórico social. La lectura sobre las obras se ha centrado en tópicos comunes de nuestra sociedad.
Los conceptos ligados del “arte” y “política” se utilizan hoy para dar cuenta del arte que representa problemáticas sociales, cuando deberían dar cuanta de cómo el primero se pone al servicio del orden establecido. Éste hecho colaboraría a que trabajadores de éste campo tomen conciencia de sus potencialidades. Quizás, aquí, invertir el orden de los conceptos, cerrando en “política y arte”, devuelva cierto sentido perdido a la práctica de muchos.
.
.
.

Bibliografía:
Acha, J.: “Las actividades básicas de las artes plásticas”. Ediciones Coyoacán. 1994
Dubuffet, J.: “Escritos sobre arte”. Barral Editores. Barcelona 1975
Pierre Bourdieu y Loic Wacquant: “Por una antropología reflexiva”. Tatarkienwicz, Wladyslaw: “Creación: historia de un concepto”. Rev. Criterios, La Habana, 30, VII-91-XII-91
Žižek, S.: ”Multiculturalismo o lógica cultural del capitalismo multinacional”. En Estudios Culturales: reflexiones sobre multiculturalismo”. Paidós. Buenos Aires. 2001
Guinta, A.: “Vanguardia, internacionalismo y política”. Paidós. Buenos Aires. 2001
Giugici, A.: “Arte y política en los `60”. Catálogo de la muestra homónima realizado en el Palais de Glase, durante septiembre - octubre de 2002. Buenos Aires.

.
.
.
Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005

jueves, 7 de enero de 2010

Arte y política (Parte II)

Consecuencias del arte industrial y el arte renacentista en las artes visuales
1
1
La propaganda, la televisión y los medios gráficos construyen un sistema de imágenes donde se pauta la conducta del receptor, donde el tener (como posibilidad de pertenencia a aquello que la pantalla ofrece) hace a la existencia del hombre. De ésta manera, la estética se pone al servicio de los intereses de un sector, ya que “los sistemas simbólicos son productos sociales que producen el mundo, que no se contentan con reflejar las relaciones sociales sino que también contribuyen a construirlas”.
En el caso del arte tecnológico, que transmite fuertemente valores y condiciones sociales para el desarrollo del hombre, lo hace imprimiendo un valor estético que, a su vez, lo limita. En éste sentido, un amateur jamás alcanza la calidad de un profesional, situación que percibe cada familia cuando, al comprar una cámara fotográfica, no logra comprender por qué sus fotos nunca se asemejan a las de la publicidad que ven en las revistas, careciendo por eso mismo sus tomas de valor estético. Traspasando de una modalidad tecnológica a otra, cuando los niños intentan reproducir en sus dibujos lo que ven en la pantalla, lo hacen respetando las pautas visuales que están a su alcance: copian con una exactitud cada vez mayor los dibujos animados. La participación en la construcción de esas imágenes se diluye cada vez más por la imposibilidad de acceder a los medios necesarios para alcanzar el refinamiento visual al que el ojo parece estar acostumbrado y desde el cual se sienta su exigencia. Sobre éste eje del desarrollo tecnológico que hace que una disciplina vaya dando paso a otra, se presenta la diferenciación y el posicionamiento del arte industrial (arte de masas, televisión, cine) y del arte renacentista (bellas artes, arte tradicional).
Las artes tradicionales se muestran cada vez más cerradas a los circuitos que poseen el capital cultural necesario como para poder deleitarse con sus producciones. Los sectores populares, en su mayoría, parecen no acceder a los circuitos de distribución no sólo por cuestiones económicas, sino también porque dicho capital se construye como ajeno. En éste sentido, la falta de agenciamiento de un fenómeno artístico se traduce en la falta de consumo del mismo y, en muchos casos, en la de su concreción.
Dubuffet, en su texto “Escritos sobre el arte”, encuentra que ésta tendencia se construye a partir de una “corriente espiritual del siglo XV mal denominada renacimiento”. El autor cuestiona la razón de ser de la obra en función de la construcción que la misma desencadena en su entorno. A su sentir, fue a partir del siglo XV “cuando las obras de arte se marcaron con esa gravosa pretensión que las privó de esa aportación de fantasía desbocada, de bonachona franqueza, de aventurera improvisación sin las cuales el arte no tiene más sentido que el del habla sencilla, privado de aquellos rasgos”.
En ésta línea, vale destacar el carácter creativo de la obra; la creación en las manos del hombre con una función social por fuera del fetiche. Carácter necesario de pensar en la actualidad en donde los medios son cada vez más abarcativos, y la producción de imágenes cada vez más centrada en los intereses de unos pocos. Repensar la función del arte como motor de la creatividad potencial que todos poseemos es pensar en el arte como una crítica al orden establecido.
Zizek señala que “para funcionar, la ideología dominante, incorpora una serie de rasgos en los cuales la mayoría explotada pueda reconocer sus anhelos”. Sobre éste lema se sustenta la oferta televisiva a través de productos como “Los Roldan” o como “Bandana”. En éste último caso, una de las protagonistas aparece en
los medios como el sostén de su familia pobre, mientras que comparte el espacio con la hija de un empresario acaudalado. Rubias, morenas, pelirrojas, todas son igualadas por el éxito. Muestran que “con un poco de esfuerzo” y maquillaje se puede acceder a estar mejor, a “pertenecer” (al mismo sistema que los somete). Estos ordenadores lógicos e ideológicos de una época, sustentan la desigualdad no sobre el respeto a la diferencia, sino sobre la homogeneidad ficticia de una imagen.
Analistas y psicoterapeutas abordan los dispositivos artísticos (específicamente ligadas a las artes visuales) como fenómenos que hablan del sujeto y su época. Algunos lo hacen desde conceptualizaciones netamente teóricas; otros, pensando en la imagen como un signo. Extienden el sentido del arte más allá de lo que Occidente y sus sistemas de distribución, producción y consumo ofrecen para el común de la gente. Proponen a la producción artística como creación del sujeto, como una forma de singularizar su discurso.
Si el trabajo analítico implica suponer un sujeto del inconciente, efecto del discurso que lo atraviesa y ubica en una posición desde dónde leer el mundo, la creación artística expone la lógica desde dónde el analista trabaja. Lamentablemente, ésta idea parece haberse vaciado de sentido cuando la misma hace referencia sólo al artista y no a la matriz cultural de la que surge.

1
1
Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005

miércoles, 6 de enero de 2010

Arte y política (Parte I)

“somos, existimos, nacional y culturalmente, en la medida en que nos revelamos y luchamos, y es a través de esa lucha que empezamos a pensar y a hablar en un lenguaje propio, a visualizar nuestra realidad de una manera distinta y original, a elaborar una cultura y un arte diferenciados de una cultura y un arte colonizados.”
Ricardo Carpani

1
1
Diferentes autores han trabajado sobre el avance de los medios masivos, sus implicancias y potencialidades. Desde un costado más cilensioso, las bellas artes (pintura, escultura) sufrieron los embates del capitalismo amoldándose a estas “nuevas artes” con su desarrollo tecnológico y consecuente llegada masiva. Tanto la pintura como la escultura se convirtieron en fetiches de la clase alta, objetos materiales de valor calculable a través de coordenadas fijadas para un mercado reducido, que multiplica su valor económico y reduce su función social a una mercancía distintiva por su exclusividad.
El arte tradicional, casi de manea imperceptible, fue construyendo una muralla en los tres circuitos que Juan Acha describe como parte del fenómeno artístico: distribución, consumo y producción. Encerrándosela en galerías, museos y centros culturales, se le brindó a la obra su condición de fetiche. Adquirirla, poseerla, implica gozar de su belleza en la intimidad, mientras tanto el espacio público es una simple vidriera que ni siquiera tiene el alcance para todos. Cuántas veces hemos escuchado: “yo no voy a museos porque eso no es para mí”; “no entiendo de qué se trata, no sé mirar”; “no tengo qué ponerme para ir”.
¿Qué espacios alternativos legitiman al artista por fuera de éste circuito? Tarde o temprano lo alternativo queda fagocitado por el mismo sistema. En la intimidad hasta el artista más crítico espera acceder a los grandes museos como forma de que su mensaje tenga mayor difusión e, indirectamente (siendo bien intencionados), como forma para poder situarse en el mercado del arte y vivir de él. Desde la producción misma, encausada en esta búsqueda incesante por el cambio y la originalidad, aún no se han visto grandes quiebres estéticos, quizás producto de esta corriente que busca sostener el arte en sí mismo. El arte como analista crítico de la historia pasa con velocidad a sostenerse sobre la crítica analítica de sus consumidores.
¿Qué sentido asume lo que hoy se denomina arte y política? La respuesta que dispare éste interrogante da cuenta de un posicionamiento frente al arte, ante el mundo y, también, de una conceptualización colectiva del hacer de ese sujeto que responde. En ese recorrido se encuentra la respuesta a muchas de las cuestiones que atraviesan a los trabajadores de la cultura o, en otros termino, a las problemáticas que los productores de los bienes simbólicos atraviesan hoy en su devenir histórico, social y económico.
1
1
1
1
1
1

Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005

lunes, 7 de diciembre de 2009

El deseo como proceso

“Y conocerás el goce, por siempre renovado, de salir de ti
mismo para olvidarte en los otros.”

Charles Baudelaire

El adulto cree que comprender más del niño que el niño sobre el niño mismo. Para poder leerse, debido a su ineluctable prematuración, el niño agenciará las tristes herramientas de las que dispone el adulto. Se interpretará lo que de él se interpreta. No hay más que impersonalidad interpretante pues la formación social determinante ha sido impersonalizada durante su propia prematuración. De ahí que ser es ser otro, no sólo otro sino otros (cada otro es habitado por otros) y no sólo otros sino, como diría Deleuze, todos los hombres de la historia. El niño no es un reverbero - mamá o el eso - papá sino el reflejo de lo que reflejan papá y mamá que por cierto no son los abuelos sino las coagulaciones que la superestructura mundial e histórica impone a la infraestructura. Es éste el verdadero escenario: teatro de la crueldad en donde ya nadie es libre, donde no hay más que sujetos sujetados (decir sujetado ya es redundante, el sujeto se define por sujeción).
.
Decimos entonces que el proceso de culturización consiste en bastardear el deseo, en referirles vástagos impropios. Las pasiones en la medida que se reprimen se detienen, tal es la afirmación a zanjar si entendemos el deseo como proceso. Si decimos “deseo” ya no podemos decir “deseado”; cuando hablamos de los deseado no hacemos más que proyectar lo conciente sobre lo inconciente sometiendo al deseo a una finalidad, a un sujeto, a un objeto y a una fuente: movimiento imaginario sólo conciente… el deseo se trata más bien a una fuerza constante, de una huída, una inespecificidad reordenándose, una intensidad, un flujo esquizo. Desear es esquizofrenizar, desterritorializar, descodificar. La poesía de Artaud, la música de Cage, la literatura de Burroughs, la obra de Duchamp, el cine de Soukaz, el teatro de Ionesco. La potencia deseante nunca termina de adaptarse. “¿Cómo despotenciar?” se preguntó el psiquiatra.
.
Para despontenciar el deseo se le suelda un asidero: la representación, cuyo deber es inocular esencia, forzar coordenadas que antes no estaban allí, hacer del deseo lo deseado. Deleuze y Guattari insisten: “Toda representación es represión”. Tomemos a Edipo como ejemplo. Edipo mismo antes de ser reprimido ha sido represor en el sentido en que viene a detener un proceso desiderativo y plantar su bandera, Edipo detiene la circulación y la vuelve hacia la familia. Edipo ha territorializado, ha hecho suya una tierra (que no era tierra) sobre la que ahora posa. El niño se acuesta con la madre pero sigue viaje, es el psicoanálisis quien lo detiene y lo devuelve al útero. El exegeta le exige al inconciente una razón que éste no guarda: le exige expresión, sintagma, significante, estructura, representación, teatro, cuando en el inconciente sólo descansan máquinas que no descansan. Inconciente fabril. La representación detiene el deseo, fija y reduce la potencia a la estructura reduce la posibilidad de ser a la psicosis, neurosis o perversión, a Edipo, a la castración; la representación hace creer, hace sentir, hace hacer… hace sujeto. No nos equivocamos si entendemos al lenguaje como primer dispositivo encargado de socratizar. Hablar de represión o de representación es ya lo mismo. Mientras el psicoanalista exija un inconciente representacional, edipize y castre no dejará de servir como la coagulación de lo que pasa, el anudamiento del flujo, la estasis del proceso, la terminal del viaje.
.
¿Cómo comienza la historia del esquizo entonces? Decreta Sollers: “la naturaleza es un fantasma de la cultura”… Cortázar a propósito dirá: “los caballos no ladran y si un caballo ladrase no nos enteraríamos porque los caballos no ladran”. Aquí comienza el problema del esquizo cuya producción deseante no deja de desterritorializar, justo como sucede en todos nosotros “los normales”. El loco, en efecto, escucha ladrar al caballo. Pues bien, el no puede concebir sino un caballo ladrador desde donde está parado, las tierras que frecuentan este maravilloso ser son muy otras que las de nosotros, tristes normales. La diferencia es tan sólo de fuerzas, ni más ni menos… no hay verdad y fiasco, esencia y apariencia, número y fenómeno, real e imaginario, sustancia y accidente. Se trata de diferentes fijaciones de potencia, diferentes composiciones de fuerzas, diferentes relaciones de flujos y contraflujos, de movimientos y contramovimientos. El psiquiatra que no es el único que encarna los contraflujos y contramovimientos, sabe bien que su tarea reside en el cómo y el cuándo detener el proceso, cómo operara sobre el flujo esquizoide, cómo hacer del flujo un fluxión, para ello sus nosologías. El psiquiatra, mediocre empleado del capitalista, junto al psicoanalista, no hacen más que sujetar “¿Cómo despotenciar?”.
.
¿Cómo continúa la historia? En una película de Jan Svankmajer, “Insania”, se puede ver la autoperpetuación de la institución psiquiátrica. El manicomio reverbera en la sociedad y viceversa y transversa. El sentido común está provisto de taxonomías, de nosologías introyectadas por el discurso psiquiátrico. El psiquiatra (autorizado en su dominio) produce verdad; hace hacer cuando decreta “he aquí el loco, aquí sus caracteres, su sintomatología, su locura… he aquí la salud, aquí sus caracteres, sus conductas, su pensamiento… su predictibilidad”.
.
El psiquiatra circunscribe un tipo de conducta dinámica a una definición estática y taxativa… y el socius lo hace tras él, con él. De ésta manera la reclusión y el aislamiento se repiten “abajo”. Comienza la autoperpetuación. En cada casa, de ahora en más, habitará un psiquiatra vigía preparado para estigmatizar y reterritorializar lo que ahora se llama “la conducta loca”. Así el disciplinamiento se da de arriba hacia abajo (del licenciado psiquiatra al socius) y luego transversalmente de lado a lado (de socius a socius) constituyendo una red tentacular en la que se ejerce pleno control mutuo (en la sociedad disciplinaria predomina la determinación psiquiátrica-socius, mientras que en las sociedad actuales de control se deja todo librado a la determinación socius-socius). Todos somos policías. De ahí el delirio del protagonista de “Insania”, se cree loco, luego cree merecer el manicomio. El loco se sabe loco pues carga en su bolsillo el DSM. Lo preexisten las coordenadas de normalidad a las que no puede adecuarse… Artaud no entra en el diván. La esquizofrenia funciona así como una amenaza permanente, un límite a no traspasar. Todo un meta-mandamiento, una extralegalidad, un afuera que se delimita desde adentro, desde una mala conciencia atosigante.
.
Las arqueologías foucaulteanas permiten visualizar los derroteros históricos del uso de la locura, el uso coercitivo de la inecuación esquizofrénica: el loco ha sido el hereje, el endemoniado, el blasfemo, el inmoral, el perverso, el ilícito, el hijo rebelde, el narciso… no nos equivocamos al decir que efectivamente cada uno de ellos estuvo loco. Cada cual fue victima de la impresión significante, cada uno fue genuinamente denunciado como insano. Es la codificación que llega hasta lo huesos y planta verdad. Y, por otro lado, sin embargo… ¡Nunca hemos visto un esquizo!
.
.
.
bibliografía:
- "Toda representación es represión" Giles Deleuze y Felix Guattari. "El antiedipo", Ed. Paidos, Buenos Aires, 2005 Pág 190
- "La naturaleza es un fantasma de la cultura" Philippe Sollers Sade, "Filósofo de la perversión", Ed. Grafio, Uruguay, 1968.
- "Los caballos no ladran y si un caballo ladrase no nos enteraríamos porque los caballos no ladran". Julio Cortázar, "Ultimo Round", Ed. Siglo veintiuno. México, 1969
.
.
.
Nota publicada en Patrañas del deseo 3º época, año 5 Nº 6. Septiembre de 2007. escrita por Cristian Bazzara/estudiante de Psicología U.B.A.

lunes, 16 de noviembre de 2009

IV CONGRESO MARPLATENSE DE PSICOLOGÍA

La Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, invita a participar del IV Congreso Marplatense de psicología, de alcance nacional e internacional “Identidades sociales, Psicología y Comunidad”
A realizarse los días 3, 4 y 5 de Diciembre de 2009, en la Ciudad de Mar del Plata

Los ideales sociales hoy, el replegamiento de los lazos sociales a los lazos familiares, la aparente insuficiencia de los ideales actuales para la creación de proyectos cohersionadores, la reducción de los ideales en la constitución de los sujetos y como límite para el goce del cuerpo, son algunos de los temas que proponemos para éste IV Congreso Marplatense de Psicología.

Informes e inscripción
Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Psicología, Secretaría de Extensión.
Tel/Fax: (0223) 475-2266
e-mail: psiceytr@mdp.edu.ar
Funes 3280 Mar del Plata - Cuerpo V - Nivel II
Provincia de Buenos Aires - República Argntina

Fechas:
Las fechas de presentación de los resúmenes y trabajos completos para el IV Congreso Marplatense de Psicología se han prorrogado al 30/09 y 30/10 respectivamente. Esperamos contar con su participación.
Nota: no se pueden presentar más de dos trabajos por autor.

Formato de los trabajos:
Resumen; Letra Arial 12 - Sangría de 2,5cm - Interlineado de 1,5 - Extensión de 200 palabras como máximo
Trabajo Completo: Letra Arial 12 - Sangría de 2,5cm - Interlineado de 1,5 - Extensión: 6 carillas A4, Bibliografía aparte

Aranceles:

Hasta el 30/09/09

Hasta el 3/12/09

Docentes de esta Unidad Académica

$ 160

$ 200

Grupo de Docentes de ésta Unidad Académica

$ 140

$160

Graduados Universitarios

$ 200

$ 240

Grupos de 5 o más personas

$180

$200

Estudiantes de la Unidad Académica

Sin arancel

Sin arancel

Estudiantes de otras Universidades Nacionales

$ 30

$ 30

Grupos de estudiantes de otras universidades Nacionales, 5 o más miembros.

$ 25

$ 25

Estudiantes de otras Universidades

$ 60

$ 80

Áreas Temáticas IV Congreso Marplatense de Psicología

Psicología de los Procesos Básicos

Áreas temáticas

  • Investigación.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.

Psicología Clínica y de la Salud

Áreas temáticas

  • Atención en Instituciones de Salud Mental.
  • Demandas actuales.
  • La investigación en la clínica actual.
  • Modos y estrategias de prevención.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.

Psicología Jurídica y forense

Áreas temáticas

  • El psicólogo en el ámbito de las instituciones judiciales.
  • Multidiscursividad en la práctica de la Psicología jurídica.
  • Investigaciones en la Psicología jurídica.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.

Psicología Social y Comunitaria

Áreas temáticas

  • Intervenciones en comunidad: el lugar del psicólogo.
  • Comunidad: O.Gs. y O.N.Gs.
  • La investigación en psicología institucional y comunitaria.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.
  • Prevención.

Psicología de las Grupos

Áreas temáticas

  • Investigaciones actuales.
  • Nuevas prácticas e intervenciones.
  • Prevención
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Psicología Laboral y Organizacional

Áreas temáticas

  • Salud y trabajo
  • El psicólogo en las organizaciones.
  • La investigación en el ámbito laboral.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.
  • Prevención.

Psicología Educacional

Áreas temáticas

  • El lugar del psicólogo en la escuela
  • Aportes actuales a la Psicología de la educación.
  • La investigación en el ámbito educacional.
  • Prevención.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos.

Psicología del Deporte

Áreas temáticas

  • Investigaciones actuales.
  • Nuevas prácticas e intervenciones.
  • Prevención
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Psicología Política y Económica

Áreas temáticas

  • Investigaciones actuales.
  • Nuevas prácticas e intervenciones.
  • Prevención
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Psicología del Tránsito

Áreas temáticas

  • Investigaciones actuales.
  • Nuevas prácticas e intervenciones.
  • Prevención.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Psicología, Filosofía

Áreas temáticas

  • Investigación
  • Problemas Epistemológicos y ético - deontológicos

Universidad

Áreas temáticas

  • Formación del Psicólogo hoy: Grado y Postgrado.
  • Articulación Universidad – Comunidad: Extensión y Transferencia.
  • Investigaciones en la Universidad: Políticas y Problemas actuales.
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Psicología y Problemáticas Sociales

Áreas temáticas

  • Problemas metodológicos
  • Experiencias en el campo comunitario
  • Prevención
  • Estrategias de intervención
  • Problemáticas Psicosociales
  • Investigación
  • Problemas epistemológicos y ético-deontológicos

Historia de la psicología y el Psicoanálisis

Áreas temáticas

  • Problemas metodológicos
  • Investigación

Neuropsicología

Áreas temáticas

  • Investigación
  • Problemas epistemológicos y ético deontológicos
  • Problemas metodológicos

domingo, 8 de noviembre de 2009

Frente de Artistas del Borda
25 años de Arte, Lucha y Resistencia

Jornada de festejo:
Martes 17 de noviembre de 17 a 21 hs.

Lugar:
Facultad de Psicología,
sede Independencia (en el Centro Cultural)

Actividades:
• Exposición de fotografía, plástica, música y teatro.
• Presentación del mural.
• Proyección de video.
• Mesa con docentes de la Facultad y artistas.


Invitan: Frente de Artistas del Borda, Cát. de
Psicología Preventiva, Prác. Prof. Salud
Mental y desinstitucionaliza ción,
Cát. de Epidemiología y otros

viernes, 6 de noviembre de 2009

Nietzsche: el buen escudriñador de los bajos fondos

Suponiendo que la verdad sea la mujer ¿no se nos ocurriría sospechar que los filósofos, en la medida en que han sido dogmáticos, han entendido poco a las mujeres?

La torpe insistencia que hasta hoy han desplegado, en la búsqueda de la verdad, son procedimientos inhábiles E: impropios para conquistar a una mujer.

Friedrich Nietzsche "Más allá del bien y del mal"



Friedrich Wilhem Nietzsche, filólogo y filósofo alemán, a través de sus diversas teorizaciones, ha realizado grandes y revolucionarios aportes a la humanidad toda subvirtiendo las nociones del platonismo, del ser y del capitalismo.

Hoy, más que nunca, revolotean por aquí y por allá sus aforismos convertidos en necias fórmulas, que sirven para las posturas más heterogéneas, desde la moral del abuso del poder al inmoralismo trivial, desde el desganado apasionamiento al esteticismo apasionado. Sin embargo, por sobre toda esta mediatización nietzscheneana, existen “velados”, ocultos tras el bullicio, toda una serie de pensamientos de gran valor y trascendencia.

Los griegos inventaron, de algún modo, la razón, el logos, una manera de construir la sabiduría. Si bien existen múltiples sabidurías, es la filosofía griega la que ha forjado, la que hace uso de la palabra del ser. En otras lenguas no existe esta posibilidad, lo que no las hace mejor o peor que otras, pero es justamente esta conceptualización platónica de la filosofía la que -gracias al colonialismo- se expandió por el mundo entero. Es la idea del ser específicamente europea la que rige nuestro devenir, y es eso lo que Nietzsche precisamente critica: intenta trastocar y subvertir el platonismo y dar cuenta de su decadencia.

En su escrito “El problema de Sócrates” comienza por realizar una ferviente crítica a la sabiduría clásica, en tanto no hace más que negar la vida, al querer enjuiciarla. Principalmente sostiene que Sócrates, al implantar la razón como tirano y hacer aparecer a la razón como libertadora, como el remedio que va a rescatar a los griegos del caos, no hace más que negar los instintos, los sentidos y, de algún modo, la vida misma. Es la razón la que permite la felicidad y la virtud, cualquier rendición a los instintos y a los apetitos oscuros es baja, rebaja la condición humana.

Nietzsche afirma que la razón de que Sócrates haya fascinado tanto a los atenienses con su dialéctica, no tiene otra explicación posible que pensar que todos los griegos era Sócrates; en tanto en todos ellos los instintos se hallaban en anarquía, habia exceso en todas partes y necesitaban una cura frente a su reinado, al que vivenciaban como un tirano y como un peligro universal. Había que inventar un contratirano, un enemigo que los acalle y allí es donde aparece la razón.

Sostiene, además, que querer combatir una tiranía con otra no es más que un signo de decadencia, es decir, querer combatir la decadencia es, en sí, decadente. De allí que Nietzsche sostiene que cualquier moral de perfeccionamiento es en realidad un error, en tanto no hace más que negar los sentidos y reemplazar por algo que contraria la vida. Nietzsche hablaba de un Sócrates feo (la belleza era un factor muy importante en la Grecia clásica), un ser lleno de segundas intenciones.

Con respecto a lo que Nietzsche denomina decadencia socrática, sostiene que debe existir una tensión entre lo que necesita ser negado y lo que necesita ser afirmado. Lo que necesita ser negado es la idea de un fundamento explicativo (Dios, la razón), y lo que se pone del lado de la afirmación es que el valor de la vida debe ser afirmado: lo que da en llamarse voluntad de poder. Debe haber tensión entre estas dos posturas antagónicas. Sostenerse en una de ellas es decadencia. Quien solo dice si o no, y no da lugar a tintes medios, anula la tensión que da cuenta de lo múltiple en lo vivo y, por lo tanto, es decadente en el sentido nietzscheano.

El acto de insultar a la razón o a Dios como fundamento explicativo es negar la vida, en tanto parecería que ésta no pudiera explicarse por sí sola, sino que necesitará de algo que lo confirme, que lo unifique, que lo reanima.

En “El crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche se refiere a este rechazo que, desde la filosofía clásica, se ejerce sobre los sentidos, en tanto estos no hacen más que engañarnos acerca de lo que se denomina el mundo verdadero. Para Nietzsche, este mundo del que se habla, en contraposición con el mundo aparente, no es más que una farsa, una ficción, en negar el ser. No es más que un intento de vengar la vida con la esperanza de que habrá una vida distinta y mejor, solo accesible a los virtuosos, como si la vida no bastara por sí misma.

El mundo verdadero, dice Nietzsche, se ha construido sólo sobre la base de ponerlo en contraposición con el mundo real, es decir, que no es más que una ilusión óptico moral.

Retomando un texto de Foucault donde éste da cuenta de los avatares de las técnicas interpretativas a lo largo de las épocas, sostiene que es a partir del siglo XIX que la interpretación se vuelve infinita porque, si bien ya lo era en la Modernidad, se hallaba limitada en tanto se sostenía en la semejanza. Los signos comienzan a encadenarse en una red inagotable, infinita, y no porque descansen en una semejanza sin límites, sino porque existe una apertura irreductible.

El hecho de que la interpretación quede siempre al borde de sí misma, aparece en Nietzsche como el rechazo al “principio”, definido como comienzo de una serie. Es la distinción que él establece entre el comienzo y el origen (arje) -éste último como aquello que da una totalidad de sentido- lo que sostiene esta idea de una interpretación inalcanzable.

Nietzsche crítica a los filósofos que ponen al comienzo lo que en realidad viene al final, es decir, los conceptos que claman como “supremos”. Éstos no son sino los conceptos más generales, los más vacíos. Lo último, lo más tenue, la más vacío, es supuesto como causa en sí.

La hermenéutica contemporánea vislumbra que cuanto más lejos se va en la interpretación, más uno se acerca a una región peligrosa donde, no sólo la interpretación retrocede, sino que desaparece ella misma como interpretación, arrastrando quizás la desaparición del interprete. La interpretación debe dejar lugar a un punto de misterio, a una región inalcanzable, de ahí su carácter espiralado.

Si la interpretación no puede acabarse nunca es porque no hay nada qué interpretar, es decir, no hay nada absolutamente primario y originario. La crítica de Nietzsche de querer fundamentar la existencia toda de un ser superior que pugna por una renuncia de vida, en un intento claro de querer fundar algo primario a lo que se subordine todo el resto de la existencia misma, no avisa de esto.

En el fondo todo es interpretación, cada signo es en sí mismo interpretación de otros signos. La interpretación no hace más que apropiarse violentamente de una interpretación que ya está allí y a lo que debe destruir, cambiar a martillazos.

El martillo con el que Nietzsche derriba la colosal construcción occidental no es otro que el de un sutil detector de mentiras. Tras las verdades absolutas y universales del platonismo, tras las verdades neutras y objetivas del mundo científico, tras la moralina cristiana, no hay más que un silencioso huésped, que falsea constantemente la realidad, interpretándola para que se adapte a sus necesidades.

Por ello Nietzsche sostiene que toda gran filosofía es, de alguna manera, la confesión de su autor, no hay nada impersonal en ella, sino que en su moral se ofrece un testimonio de quién es. Quién habla, quién dice la verdad, quién se oculta tras ella y quién se beneficia, es lo que debemos preguntarnos. Lo que plantea Nietzsche como método genealógico, como búsqueda del origen, no es otra cosa que este detector de mentiras, puesto que, tras las verdades absolutas, no hay más que un juego de fuerzas que falsean la realidad, un disfraz que interpreta todo de acuerdo con nuestros peculiares intereses vitales.

De la misma manera que Nietzsche se apropia de interpretaciones que son, a su vez, apropiaciones de otras interpretaciones, no hay para Nietzsche un significado original. Las palabras en sí mismas no son interpretaciones, no hay para él un significado original. Las palabras en sí mismas no son interpretaciones, ellas interpretas antes de ser signos. Según Nietzsche las palabras fueron inventadas por las clases superiores, por lo tanto, ellas no indican un significado, sino que imponen una interpretación (en el caso de Occidente, imponen una interpretación burguesa, adaptada a las necesidades de la oferta y la demanda).

Es decir que no es porque haya signos primeros y enigmáticos que debamos interpretar, sino que lo hacemos porque no deja de haber interpretaciones por debajo de lo que se habla.

Son alegorías y la hipononia las que hacen las palabras y es por eso que en Nietzsche, el intérprete es auténtico, el que posee la verdad, porque pronuncia la verdad que toda verdad tiene por función recubrir, es decir, desenmascara aquello que está vedado. La primacía debe recaer sobre éste último y no sobre lo interpretado, y es la identificación entre el intérprete (el sujeto que interroga como “obra” aquí presente) y el autor propiamente dicho la que lleva, finalmente, a la verdad comprensiva de su obra. El signo es una máscara, tiene la función de ocultador, y es así como pierde su condición de simple significante que lo caracterizó en el Renacimiento.

La interpretación se encuentra en la obligación de interpretarse a sí misma hasta el infinito, de retomarse siempre por lo que no se interpreta. El principio de la interpretación no es más que el intérprete y de allí se parte. La interpretación tiene que interpretarse siempre ella misma y no puede dejar de volverse sobre sí. De allí el peligro de creer que haya signos primeros, como marcas coherentes, sistemáticas y pertinentes, a las cuales alcanzar.

Nietzsche realiza una ruptura muy profunda con toda la moral cristiana, con el platonismo, con todas las concepciones interpretativas que caracterizaban a su época y, principalmente, con la idea de afirmar la existencia de un fundamento explicativo, dejando marcas en el mito del fundamento occidental, que aún persisten.

Finalmente, Nietzsche, el personaje, ha sido definido de modos heterogéneos a lo largo de los tiempos. Hay quienes ven en Nietzsche un pesimista, un depresivo, un insano; hay quienes lo tildan de anarquista, de racista, de socialista; y están lo otros que lo catalogan como misógino, sexista. Por último están quienes lo elevan al trono de sabio o de profeta.

Pero ¿no hay detrás de estas definiciones heterogéneas interpretaciones particulares? ¿No deberíamos preguntarnos a qué intereses responde y quién lo define de tal o cuál manera? ¿No es, acaso, esa misma máscara, de la que Nietzsche nos habla, la que usamos para convertir sus palabras en una sorda cantinela?

Por Griselda Gallino / Estudiante de Psicología (U.B.A.). En Revista Patrañas del deseo 3º época, N:º 4, Septiembre de 2005