miércoles, 6 de enero de 2010

Arte y política (Parte I)

“somos, existimos, nacional y culturalmente, en la medida en que nos revelamos y luchamos, y es a través de esa lucha que empezamos a pensar y a hablar en un lenguaje propio, a visualizar nuestra realidad de una manera distinta y original, a elaborar una cultura y un arte diferenciados de una cultura y un arte colonizados.”
Ricardo Carpani

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Diferentes autores han trabajado sobre el avance de los medios masivos, sus implicancias y potencialidades. Desde un costado más cilensioso, las bellas artes (pintura, escultura) sufrieron los embates del capitalismo amoldándose a estas “nuevas artes” con su desarrollo tecnológico y consecuente llegada masiva. Tanto la pintura como la escultura se convirtieron en fetiches de la clase alta, objetos materiales de valor calculable a través de coordenadas fijadas para un mercado reducido, que multiplica su valor económico y reduce su función social a una mercancía distintiva por su exclusividad.
El arte tradicional, casi de manea imperceptible, fue construyendo una muralla en los tres circuitos que Juan Acha describe como parte del fenómeno artístico: distribución, consumo y producción. Encerrándosela en galerías, museos y centros culturales, se le brindó a la obra su condición de fetiche. Adquirirla, poseerla, implica gozar de su belleza en la intimidad, mientras tanto el espacio público es una simple vidriera que ni siquiera tiene el alcance para todos. Cuántas veces hemos escuchado: “yo no voy a museos porque eso no es para mí”; “no entiendo de qué se trata, no sé mirar”; “no tengo qué ponerme para ir”.
¿Qué espacios alternativos legitiman al artista por fuera de éste circuito? Tarde o temprano lo alternativo queda fagocitado por el mismo sistema. En la intimidad hasta el artista más crítico espera acceder a los grandes museos como forma de que su mensaje tenga mayor difusión e, indirectamente (siendo bien intencionados), como forma para poder situarse en el mercado del arte y vivir de él. Desde la producción misma, encausada en esta búsqueda incesante por el cambio y la originalidad, aún no se han visto grandes quiebres estéticos, quizás producto de esta corriente que busca sostener el arte en sí mismo. El arte como analista crítico de la historia pasa con velocidad a sostenerse sobre la crítica analítica de sus consumidores.
¿Qué sentido asume lo que hoy se denomina arte y política? La respuesta que dispare éste interrogante da cuenta de un posicionamiento frente al arte, ante el mundo y, también, de una conceptualización colectiva del hacer de ese sujeto que responde. En ese recorrido se encuentra la respuesta a muchas de las cuestiones que atraviesan a los trabajadores de la cultura o, en otros termino, a las problemáticas que los productores de los bienes simbólicos atraviesan hoy en su devenir histórico, social y económico.
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Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005

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