jueves, 7 de enero de 2010

Arte y política (Parte II)

Consecuencias del arte industrial y el arte renacentista en las artes visuales
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La propaganda, la televisión y los medios gráficos construyen un sistema de imágenes donde se pauta la conducta del receptor, donde el tener (como posibilidad de pertenencia a aquello que la pantalla ofrece) hace a la existencia del hombre. De ésta manera, la estética se pone al servicio de los intereses de un sector, ya que “los sistemas simbólicos son productos sociales que producen el mundo, que no se contentan con reflejar las relaciones sociales sino que también contribuyen a construirlas”.
En el caso del arte tecnológico, que transmite fuertemente valores y condiciones sociales para el desarrollo del hombre, lo hace imprimiendo un valor estético que, a su vez, lo limita. En éste sentido, un amateur jamás alcanza la calidad de un profesional, situación que percibe cada familia cuando, al comprar una cámara fotográfica, no logra comprender por qué sus fotos nunca se asemejan a las de la publicidad que ven en las revistas, careciendo por eso mismo sus tomas de valor estético. Traspasando de una modalidad tecnológica a otra, cuando los niños intentan reproducir en sus dibujos lo que ven en la pantalla, lo hacen respetando las pautas visuales que están a su alcance: copian con una exactitud cada vez mayor los dibujos animados. La participación en la construcción de esas imágenes se diluye cada vez más por la imposibilidad de acceder a los medios necesarios para alcanzar el refinamiento visual al que el ojo parece estar acostumbrado y desde el cual se sienta su exigencia. Sobre éste eje del desarrollo tecnológico que hace que una disciplina vaya dando paso a otra, se presenta la diferenciación y el posicionamiento del arte industrial (arte de masas, televisión, cine) y del arte renacentista (bellas artes, arte tradicional).
Las artes tradicionales se muestran cada vez más cerradas a los circuitos que poseen el capital cultural necesario como para poder deleitarse con sus producciones. Los sectores populares, en su mayoría, parecen no acceder a los circuitos de distribución no sólo por cuestiones económicas, sino también porque dicho capital se construye como ajeno. En éste sentido, la falta de agenciamiento de un fenómeno artístico se traduce en la falta de consumo del mismo y, en muchos casos, en la de su concreción.
Dubuffet, en su texto “Escritos sobre el arte”, encuentra que ésta tendencia se construye a partir de una “corriente espiritual del siglo XV mal denominada renacimiento”. El autor cuestiona la razón de ser de la obra en función de la construcción que la misma desencadena en su entorno. A su sentir, fue a partir del siglo XV “cuando las obras de arte se marcaron con esa gravosa pretensión que las privó de esa aportación de fantasía desbocada, de bonachona franqueza, de aventurera improvisación sin las cuales el arte no tiene más sentido que el del habla sencilla, privado de aquellos rasgos”.
En ésta línea, vale destacar el carácter creativo de la obra; la creación en las manos del hombre con una función social por fuera del fetiche. Carácter necesario de pensar en la actualidad en donde los medios son cada vez más abarcativos, y la producción de imágenes cada vez más centrada en los intereses de unos pocos. Repensar la función del arte como motor de la creatividad potencial que todos poseemos es pensar en el arte como una crítica al orden establecido.
Zizek señala que “para funcionar, la ideología dominante, incorpora una serie de rasgos en los cuales la mayoría explotada pueda reconocer sus anhelos”. Sobre éste lema se sustenta la oferta televisiva a través de productos como “Los Roldan” o como “Bandana”. En éste último caso, una de las protagonistas aparece en
los medios como el sostén de su familia pobre, mientras que comparte el espacio con la hija de un empresario acaudalado. Rubias, morenas, pelirrojas, todas son igualadas por el éxito. Muestran que “con un poco de esfuerzo” y maquillaje se puede acceder a estar mejor, a “pertenecer” (al mismo sistema que los somete). Estos ordenadores lógicos e ideológicos de una época, sustentan la desigualdad no sobre el respeto a la diferencia, sino sobre la homogeneidad ficticia de una imagen.
Analistas y psicoterapeutas abordan los dispositivos artísticos (específicamente ligadas a las artes visuales) como fenómenos que hablan del sujeto y su época. Algunos lo hacen desde conceptualizaciones netamente teóricas; otros, pensando en la imagen como un signo. Extienden el sentido del arte más allá de lo que Occidente y sus sistemas de distribución, producción y consumo ofrecen para el común de la gente. Proponen a la producción artística como creación del sujeto, como una forma de singularizar su discurso.
Si el trabajo analítico implica suponer un sujeto del inconciente, efecto del discurso que lo atraviesa y ubica en una posición desde dónde leer el mundo, la creación artística expone la lógica desde dónde el analista trabaja. Lamentablemente, ésta idea parece haberse vaciado de sentido cuando la misma hace referencia sólo al artista y no a la matriz cultural de la que surge.

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Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005

miércoles, 6 de enero de 2010

Arte y política (Parte I)

“somos, existimos, nacional y culturalmente, en la medida en que nos revelamos y luchamos, y es a través de esa lucha que empezamos a pensar y a hablar en un lenguaje propio, a visualizar nuestra realidad de una manera distinta y original, a elaborar una cultura y un arte diferenciados de una cultura y un arte colonizados.”
Ricardo Carpani

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Diferentes autores han trabajado sobre el avance de los medios masivos, sus implicancias y potencialidades. Desde un costado más cilensioso, las bellas artes (pintura, escultura) sufrieron los embates del capitalismo amoldándose a estas “nuevas artes” con su desarrollo tecnológico y consecuente llegada masiva. Tanto la pintura como la escultura se convirtieron en fetiches de la clase alta, objetos materiales de valor calculable a través de coordenadas fijadas para un mercado reducido, que multiplica su valor económico y reduce su función social a una mercancía distintiva por su exclusividad.
El arte tradicional, casi de manea imperceptible, fue construyendo una muralla en los tres circuitos que Juan Acha describe como parte del fenómeno artístico: distribución, consumo y producción. Encerrándosela en galerías, museos y centros culturales, se le brindó a la obra su condición de fetiche. Adquirirla, poseerla, implica gozar de su belleza en la intimidad, mientras tanto el espacio público es una simple vidriera que ni siquiera tiene el alcance para todos. Cuántas veces hemos escuchado: “yo no voy a museos porque eso no es para mí”; “no entiendo de qué se trata, no sé mirar”; “no tengo qué ponerme para ir”.
¿Qué espacios alternativos legitiman al artista por fuera de éste circuito? Tarde o temprano lo alternativo queda fagocitado por el mismo sistema. En la intimidad hasta el artista más crítico espera acceder a los grandes museos como forma de que su mensaje tenga mayor difusión e, indirectamente (siendo bien intencionados), como forma para poder situarse en el mercado del arte y vivir de él. Desde la producción misma, encausada en esta búsqueda incesante por el cambio y la originalidad, aún no se han visto grandes quiebres estéticos, quizás producto de esta corriente que busca sostener el arte en sí mismo. El arte como analista crítico de la historia pasa con velocidad a sostenerse sobre la crítica analítica de sus consumidores.
¿Qué sentido asume lo que hoy se denomina arte y política? La respuesta que dispare éste interrogante da cuenta de un posicionamiento frente al arte, ante el mundo y, también, de una conceptualización colectiva del hacer de ese sujeto que responde. En ese recorrido se encuentra la respuesta a muchas de las cuestiones que atraviesan a los trabajadores de la cultura o, en otros termino, a las problemáticas que los productores de los bienes simbólicos atraviesan hoy en su devenir histórico, social y económico.
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Por Analia Domínguez Neira. Lic. En psicología. analiadn@hotmail.com. Publicado en Patrañas del deseo año 3. Nº 4, septiembre 2005