martes, 3 de noviembre de 2009

ADOPTANDO CON EL ENEMIGO*




Había una vez una mujer que tuvo una crisis de ansiedad con ideas de suicidio cuando se enteró que era adoptiva. Una madrina, que tenía un lejano parentesco conmigo, consiguió mi teléfono y me llamó con llamativa insistencia para que la entrevistara. Debo reconocer, al modo de la confesión contratransferencial , que la situación me fastidiaba. En principio, me fastidian las urgencias. Cuando hacia guardias, prefería escribir hasta las cuatro o cinco de la mañana que ser despertado en medio de la noche por una enfermera que secretamente disfrutaba interrumpir el reposo del médico. La insistencia era tal que a pesar mío les di un turno a ultísima hora. En el consultorio, con la paciente en estado de angustia total, la madrina que insistía en el lejano parentesco, en una maniobra seguramente destinada a licuar los honorarios, tuve que apelar primero a la disociación instrumental, luego a una lisa y llana esquizoidia.

El relato, salpicado de llantos, suspiros, quejidos, estornudos, etc, era mas o menos así. La paciente se había enterado por interpósita persona que era adoptada. Según el relato, la madre la había entregado apenas recién nacida a una familia mas o menos pudiente de la ciudad. Luego se eclipsó. Como es habitual, fue un secreto a voces menos para la interesada a quien siempre se le ocultó el origen. Al momento de la consulta, hacía 24 horas que la nueva información le había llegado, provocando el terrible estado de ansiedad por el cual consultaba. Es la primera vez que escribo sobre esta situación. Mi intervención fue mas o menos la siguiente: que ella había escuchado el relato al revés. Porque yo por el contrario lo que había escuchado era la dolorosa historia de una mujer que no quiso abortar, utilizando los mecanismos tan crueles a los cuales se ven obligadas las mujeres humildes ante la imposibilidad de hacerlo en establecimientos sanitarios, la historia de una mujer que no quiso matar a su bebé, que no quiso dejar al recién nacido en cualquier lugar para que muriera, sino que, en la mas absoluta soledad, vaya uno a saber sosteniendo que angustias y que dolores, la dejó en el mejor lugar que encontró para que la cuidaran de la mejor manera. Y que ella era muy afortunada, porque a diferencia de la mayoría de las personas había tenido dos madres que la habían amado mucho. Y que por eso estaba conmigo pudiendo contar todo eso, estaba viva y había sido muy bien cuidada siempre. Tiempo después me enteré que este tipo de intervención se denomina “reversión de la perspectiva”.

En ese momento, todo estuvo originado en mi fastidio. No debo negar el análisis de mi propia implicación. Lo que resultó increíble para mi es que funcionó. En 48 horas, mucho menos que el tiempo necesario para que hiciera efecto el antidepresivo de moda que le receté, la paciente no solamente había superado el estado de ansiedad y tristeza, sino que estaba de muy buen ánimo. Cuando la volví a entrevistar a la semana, mi fastidio también había desaparecido. Era evidente que algo se reorganizó, que el mismo conflicto ahora tenía una forma diferente de expresarse. Bueno, al final todos comimos perdices.

Quizá por eso y solamente por eso traigo esta referencia clínica. Desde mi horizonte teórico y político actual, puedo decir que la adopción está capturada por los modos superyoicos de producción de subjetividad. La derecha sostiene, con firmeza y crueldad, que lo legal siempre es legítimo. Y la izquierda no alcanza el poder necesario para que lo legítimo sea legal. Por lo tanto la legalidad del origen está sostenida desde la biología, fuente de toda razón y justicia. La adopción enfrenta este mandamiento represor. Por lo tanto el Estado, que se ocupa que la mujer siga pariendo con dolor, también se ocupa que se adopte con dolor. El tramiterío legal está organizado como castigo, en vez de ser apenas un manual de procedimientos. La genitora tenía el derecho durante un año y medio, creo que ahora son seis meses, de reclamar su producto. Con lo cual parir sin deseo tiene un estatuto superior que desear sin parir. El Estado, que no tiene absolutamente ninguna política destinada a la salud integral materno infantil, que deja en el mas absoluto desamparo a la familia en sus necesidad básicas, siempre insatisfechas, que de la falta de lo superfluo siempre llega a la carencia de lo necesario, se dedica a obstaculizar un mecanismo de reparación del hijo y de los padres que es la adopción. Pero sostener la primacía de lo biológico sobre lo cultural, es quizá la última pero quizá la mas poderosa imagen de la sagrada familia patriarcal. Queda soldada una reaccionaria ecuación. Si es parido es adoptado. Desde ya, el maltrato, abuso, abandono de los niños desmiente a sonoras voces que la legitimidad biológica sea garantía integral de algo. Todo bebé debe ser adoptado, incluso los de origen biológico. Y el nivel fundante de la adopción es el deseo. El deseo de tenerlo está muchas veces ausente pero por la absoluta falta de programas de control de la natalidad y procreación responsable, el bebe llega igual. A que llega, es otro problema. Pero el cuerpo de mi cuerpo y sangre de mi sangre se impone como legalidad y legitimidad suprema.

Creo que hay que relacionar las increíbles trabas a la adopción con la penalización del aborto. Y la falta de políticas de anticoncepción en escala sanitaria. Quiero decir que para los modos de producción superyoica de la subjetividad todo debe ser un castigo. El embarazo, el parto, el puerperio, la crianza, la adopción, el control de la natalidad. Todo debe organizarse como sufrimiento, dolor y muerte. La adopción intenta superar este mandato, y pone como único fundante el deseo del hijo, más allá o mas acá de la determinación biológica. La imposibilidad biológica, por la razón que sea, puede ser superada por el desarrollo de los mecanismos yoicos de producción de subjetividad. Es decir, de una cultura del deseo. El verdadero amor. Pero la cientificidad represora nos va a explicar con sofisticadas teorías que solamente la heterosexualidad, especialmente sostenida desde los cuerpos genitalmente discriminados, tiene el derecho a la crianza de los hijos. Ninguna matanza de los hijos, ningún filicidio orgánicamente planificado, puede desmentir que la única verdad es la realidad biológica. Las denominadas minorías sexuales, expulsadas de toda valoración por las moralinas y dobles morales neovictorianas, no tienen derecho a reclamar su lugar como matrices deseantes. Ningún vínculo puede constituirse en útero simbólico del deseo de un hijo. Las minorías sexuales deberán conformarse con la ley del deseo, pero no deberán aspirar al deseo de la ley. La Ley de los abogados, de los magistrados, de los médicos, tendrá que justificar con todo tipo de artimaña que para que papá y mamá me amen, papá tiene pito y mamá tiene ventanita florida. Los modelos identificatorios válidos solamente son macho y hembra, con pecados concebidos, pero solamente con pecados heterosexuales. Monogámicos y reproductivos. Los demás pecados van al tacho de la historia social, familiar e individual. Creo por lo tanto que la institución de la adopción es un analizador de los modos deseantes o culpógenos con los cuales se organiza la creación y crianza de los hijos.

Un psicoanálisis implicado, como analizador de la cultura, deberá develar como el Superyó captura la adopción, para limitarla a parejas heterosexuales, siempre tratando de mortificarlas todo lo posible, incluso solteros o solteras, pero que al menos son heterosexuales aunque no tengan el despliegue de toda la potencialidad, pero que nunca deberán las sexualidades contra natura disponer de esa bendición de la naturaleza que es el bebé. Lo que natura no da….que la cultura represora no lo preste. Paradojas del deseo: quizá la lucha por la despenalización del aborto sea la misma lucha contra la penalización encubierta de la adopción. Y entonces serán las personas GLTTTBI las únicas que sostengan la definitiva unión de legitimidad y legalidad. De la ley del deseo y del deseo de la ley. De la cultura erótica del cuerpo y del cuerpo de la cultura deseante. Arrancar a los hijos de los territorios feudales de la sagrada familia represora será una política de liberación tan necesaria como todas las demás. Entonces, solo entonces, no seguiremos adoptando con el enemigo.


*Artículo de Alfredo Grande (alfredo@carlosgrande.com)

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