“Escribir, en nuestros días, se ha acercado infinitamente a sus fuentes. Es decr, a ese rumor inquietante que, en el fondo del lenguaje, anuncia, cuando uno acerca un poco el oído, contra qué se resguarda uno y al mismo tiempo a qué se dirige. Como la bestia de Kafka, el lenguaje escucha ahora en el fondo de su madriguera este rumor inevitable y creciente.”
Michel Foucault / “El lenguaje al infinito”
Discursos que se repiten, discursos que repiten, discursos confusos, discursos que confunden, la mayoría hablan de la exclusión social, dimensión ética, valores, pobreza, desigualdad, marginación social, discriminación, ejercicio de la ciudadanía, redes, democracia, pensamiento crítico, pluralismo, tejido social, solidaridad, políticas sociales, etc.…
Muchos de ellos ayudan a explicar por qué son necesarios los cambios, por qué deseamos un cambio pero nada nos dicen de cómo asegurar que esos cambios deseados se organicen y ocurran en la práctica. Tanta importancia tiene lo que se dice como lo que se excluye.
El problema de la relación entre lo que los sujetos hacen y lo que dicen suele analizarse la perspectiva idealista que reduce el lenguaje a expresión y a las prácticas a las formas de hacer cosas.
Desde otra perspectiva, diremos que “los discursos son prácticas de los sujetos en situaciones sociales”, con ellos no nos “expresamos”, sino que hacemos cosas.
Para Pierre Bourdieu lo fundamental de la práctica discursiva es el hecho de ser una práctica: de funcionar en la inmediatez y en la urgencia.
La competencia lingüística, como todas las competencias sociales, se adquieren prácticamente, durante un proceso de familiarización con las prácticas discursivas del grupo con que el sujeto es producido. Mediante este proceso de familiarización con unos espacios, prácticas, discursivos que reproducen los esquemas fundamentales de división del mundo social del grupo en el que se halla, el sujeto adquiere la competencia social que le permite ser miembro del grupo y, con ella, interioriza el orden social del grupo: sus divisiones, sus fronteras, sus estructuras.
Pero los sujetos ¿Hacen lo que dicen?
La pregunta sobre la relación entre el “decir” y el “hacer”, planteados como ámbitos separados, debe ser reemplazada por la pregunta por la relación entre la producción de prácticas -discursivas y no discursivas- en diferentes situaciones.
Así pues, la pregunta sobre la relación entre la producción de los decires y los haceres de los sujetos sólo puede ser respondida, en cada caso concreto.
Es así que nos proponemos y proponemos analizar las prácticas en una doble dimensión: ética y política.
Política porque no se reduce al análisis crítico de los discursos sino que indaga en estrategias de poder que tales discursos legitiman y con qué intereses se comprometen.
Ética al dar cuenta de lo que en ellas acontece y desde qué perspectiva.
Castoriadis propone el trabajo de elucidación de las significaciones imaginarias sociales como parte de un “proyecto de autonomía” que incluye el trabajo del psicoanálisis y el trabajo político, ya que no concibe un sujeto autónomo en una sociedad que no sea autónoma a su vez. Autonomía entendida como acción-reflexiva, intencional y deliberadamente, que solo se hace posible con el otro, en lo relacional.
Hay una estrecha relación entre la adquisición de la autonomía de los agentes sociales e institucionales y los espacios de poder que puedan tanto individual como colectivamente instituir.
Habrá que estar atentos entonces a diferenciar los discursos plenos de términos “políticamente correctos” pero que operan desde lógicas de exclusión de las diferencias de aquellos que desarrollan prácticas de construcción de espacios colectivos que posibilitan el establecimiento de redes, la participación colectiva, la conciencia crítica y que devuelvan a los sujetos y a las instituciones su capacidad instituyente, su potencia transformadora.
Autor: Lic. Susana de la Sovera
*Artículo publicado en Patrañas del deseo. Año 4, N:º5. 2007